Malhumorado y con firme andar, Alemania hizo presencia en la casa de Italia. Uno de esos pocos días en que llegaba sin la compañía de todo su ejército, tal vez esperando que Italia lo recibiera adecuadamente, en lugar de salir a saludar una vez que todos ellos se hubieran ido. Tocó la puerta un poco dubitativo, escondiendo la ansiedad tras una cara seria e inmutable. Nada... no recibía respuesta del otro lado de la puerta. Vovió a tocar, esta vez con más fuerza, y al no recibir respuesta alguna, se sintió libre de entrar a la casa, con su poca pasiencia como excusa.
-¡Italia! ¡No te escondas! ¡Hoy vine solo para que no te asustes!- Gritaba hacia adentro mientras empujaba la perilla y entraba de una vez por todas mirando ligeramente a un costado. Pero sus ojos se abrieron de par en par al ver las condiciones en que estaba viviendo el italiano.
Desorden... Suciedad, cajas de Pizza sobre la mesa y la cocina repleta de pilas de platos y ollas ensalsados, papeles por los pasillos, pinceles, lápices y bocetos por doquier.
-Me voy UNA semana... y miren con lo que me encuentro.- Se decía a sí mismo el robusto alemán, mientras se cubría su cara con una mano y dejaba salir un suspiro de resignación, como si no hubiera esperado otra cosa.
Se acercó a una mesa y, como era costumbre, se sacó los guantes negros y colgó su campera verde militar en el respaldo de una silla, aparentemente uno de los pocos muebles de la casa que no estaba invadido por desorden.
-Demonios... Esto sucede porque nunca lo molesto para que haga los quehaceres de la casa...-Se sentía incómodo de tan solo dejar sus cosas, porque parecía que también estaba colaborando con el ambiente falto de pulcritud. Soltó un suspiro, y no dudó de juntar la basura de sobre la mesa.
-Debería llamar a Italia para que me ayude con esto... no son mi obligación sus quehaceres de la casa.
A pesar de esta afirmación, no podía evitar seguir juntando los vasos que estaban sobre la mesa, pero su expresión se volvía más y más sombría con cada vaso que levantaba.
-Italia siempre me está causando problemas... Pero a pesar de todo no me molestaba mucho en mantener la casa ordenada...
Su paso se aceleraba a la ida de la sala de estar a la cocina
-¡¿Será que...?!
Dejó los vasos en la bacha de la cocina y comenzó a correr hacia el cuarto de Italia, corroborando que este no se encontraba en ninguno de los que se podían ver por el camino. Una vez en frente de la habitación de Italia, abrió esta puerta con toda su fuerza a la paz de un fuerte grito
-¡ITALIA!
-¡KYAAA! ¡D-D-D-DOITSU, DOITSU!
Italia se ocultó bajo las sábanas temblando
-Ah... estabas aquí... ¿Te parecen estas horas de estar durmiendo? ¿Y me puedes explicar a qué se debe todo ese desorden por toda tu casa...?
-Veee~ ¿Has venido a limpiar?-La carita de Italia se iluminó mientras salía de abajo de sus sábanas.
-Claro que no. Ahora levántate y ayúdame con este chiquero.
Alemania salió de la habitación, y se recostó sobre la pared fuera del cuarto de Italia, esperando a que saliera para comenzar juntos.Italia salió de su habitación muy alegre, pero a la vez sin muchas ganas de comenzar con la limpieza. Aún en boxers y su musculosa rosada, porque sabía que Alemania no tenía mucha pasiencia cuando se trataba de esperar por una órden. Ni bien llegó al comedor, pudo observar que Alemania ya había comenzado con esa parte, y decidió termiar de recoger las cosas de la mesa.
-¡Atchis! Vee...
-Italia, ¿Has estado enfermo?
-¡No te preocupes, es normal!
-Ponte algo, si te enfermas es mejor que descances y no quisiera que te conviertas en una molestia
-¡Está bien, buscaré algo!
Italia con su felíz andar, desapareció por unos minutos a quién sabe qué habitación de la casa. Alemania no podía opinar nada al respecto aunque quisiera, ya que había tanto desorden que todo era válido. Finalmente, Alemania pudo moverse hasta la cocina, donde encontró una pila gigante de platos.
-¡Es una sola persona! ¡¿Cómo es posible que hayan tantos platos?!-Vociferaba agarrándose la cabeza a punto de caer en una crisis nerviosa
-Veee... creí que te gustaba limpiar, Doitsu
Alemania se dio vuelta para mirar a su interlocutor, que se acercaba alegremente por el marco de la puerta
-¿Me puedes explicar---?
Se detuvo a la mitad de su pregunta para formular otra, que lo tenía más extrañado que la anterior
-¿...Qué haces con mi campera puesta?- Lo señalaba ya resignado y con una gota sobre su cabeza... sin esperar ya ninguna respuesta muy elaborada.
-Tú dijiste que me ponga algo... y no encontré ropa limpia
Ciertamente, Alemania no se esperaba una respuesta muy diferente de esa, por lo que sólo suspiró, asintió y abrió la canilla de la cocina
-¿Me ayudas con esto, Italia?
-¡Sí!-Hizo un gesto con la palma abierta sobre la cabeza, como un marinero obedeciendo las órdenes de su capitán
Italia agarró la esponja y un plato, le colocó detergente y mientras lo fregaba se le resbaló de las manos, haciendo un ruidoso estruendo en el piso
-¿No quieres mejor barrer un poco?-Mientras le extendía una escoba muy nervioso, con una expresión que reflejaba "no aceptaré un no por respuesta"
-¡Ya lo hago!-Y repitió el gesto anterior, enérgicamente.
La situación se volvió pacífica. El ritmo que marcaba Italia con la escoba no sonaba caótico, y Alemania parecía tranquilizarse al ver cómo mejoraba el aspecto de la cocina con sólo lavar los platos. Cuando ya no quedaban muchos platos por lavar, Alemania ya estaba tranquilo, casi felíz pero a su manera.
-Hey, Italia...
-¿Sí, Doitsu?
-¿Cómo haz hecho para ensuciar tu casa de semejante manera?
-¡Ah! ¡Es que tu, siempre que ensucio algo, estás ahí para limpiarlo!
-Pero te avisé que me quedaría en casa por tiempo indefinido, ¿En qué estabas pensando?
-No lo sé, simplemente esperaba a que volvieras cuando la casa sea un desorden-Italia olvidó que tenía la escoba entre las manos, e invadido por la felicidad, alzó los brazos con emoción-¡Y lo hiciste! ¡Estoy tan contento de que haya funcionado!
Italia fue por una pala y una escobita más pequeña, y Alemania se secó las manos para recoger la escoba del piso. La dejó en un rincón donde no molestaría, y un poco molesto y con la mano masajeándose el ceño entre los ojos, se dirigió al italiano, que ya se encontraba recogiendo el polvo.
-Ten cuidado, algún día de estos lastimarás a alguien
Pero al terminar la frase pudo mirarlo atentamente, dejó a la vista su desconcierto y un muy corto sonido de miles de ideas confundidas y enredadas que no podía entender, y mucho menos concretar en palabras. Un ser vestido de verde, pequeño y frágil... Sus ojos se abrieron de par en par, y cuando observó que Italia se levantaba para tirar el polvo a la basura, disimuló tomar un trapito para secar los platos.
-¿Qué es lo que acaba de ocurrir...? - Pensaba Alemania muy seriamente, con un gesto que alejaría a cualquier persona.-Se sintió familiar... pero no tengo idea de por qué...
-¡Doitsu, Doitsu!
Alemania fue sacado de sus pensamientos bruzcamente
-¿Qué hago ahora? ¿Quieres que prepare un poco de pasta?-Agitaba las mangas largas en el aire, a la vez que se contentaba con la idea de comer su comida favorita
-Eh... No lo sé-Se frotaba la cabeza nerviosamente-Creo que... Debo irme pronto
Alemania quería hacer lo posible para escapar de esa situación. Pudo observar que Italia se veía confundido y sumamente triste, pero más le pesaba el hecho de que por más que intentaba no podía mantener la seriedad de siempre. Florecía en él un sentimiento de enorme tristeza, como si le estuvieran clavando un puñal en el corazón. Sentía ganas de llorar, pero a la vez no podía hacerlo. Necesitaba descargarse, pero no en ese lugar... Quería escapar, quería apartarse, y sobre todo, necesitaba escapar de esa sensación cuyo origen desconocía, pero le era imposible despegarse de ella.Alemania salió a paso acelerado y disimulado de la cocina sin mirar atrás, tapándose la boca como quien teme decir algo bochornoso. Sus ojos ya no pudieron retener la congoja y comenzaron a gotear en contra de su propia voluntad.
-¿Q-qué demonios--?- Pensaba a la vez que secaba sus ojos con la base de su mano derecha, enfureciéndose de sentir esa debilidad que lo consumía lentamente. Notó que cada vez le costaba más evitar el temblor de su cuerpo entero, perdiendo así la fuerza y seguridad para moverse. Salió de la casa de Italia y se recostó contra la pared exterior, haciendo un gran esfuerzo para mantenerse de pie; y así, en poco tiempo fue alcanzado por el Italiano, a quien le esquivó la mirada bruzcamente.La prioridad pasó de "No dejar que se de cuenta" a "No quiero que me vea".
-¿D-Doitsu...?
-Vete-Su voz sonaba ahogada y contradictoria-No quiero... No quiero que me veas así...
Italia se entristeció enormemente, principalmente porque no conocía la razón del malestar de Alemania. Con un poco de miedo en sus palabras, continuó buscando el motivo de ello, ignorando la advertencia que acababan de darle
-¿Fue acaso algo que hice...?
Alemania amagó una afirmación, pero a la vez no sentía que haya sucedido de esa manera. Mientras pensaba, de su boca sólo salían las letras iniciales de cada palabra.Italia lo miraba confundido, y ante la falta de respuesta de Alemania, sintió culpabilidad de sus actos.
-Lo siento Doitsu, no lo volveré a hacer... lo juro...-Italia agachó la cabeza e inclinó su cuerpo para dirigirse hacia adentro de la casa e irse tal como Alemania le había recomendado. Su andar era lento y pesado, pero algo lo detuvo en el trayecto.
-Italia...-Dejando de pensar en sí mismo, se volteó a ver a su pequeño interlocutor - No hiciste nada malo, no...-Se cubrió la cara con ambas manos, con gran ansiedad. Luego, respiró hondo y retomó la conversación, aún con su voz quebrada pero un poco más repuesta que antes.-Yo no... no sé lo que me pasa- Intentó esbozar una sonrisa de tranquilidad, pero a cambio salió una mueca confusa.
-Entonces... -Italia se volteó esperanzado- ¿No es que me odias, verdad?
-Yo nunca podría odiarte... aún no sé por qué.-Su confusa mueca se volvió una sonrisa tímida, apenas perceptible.
En cambio, las mejillas de Italia se sonrozaron a la par de una enorme sonrisa y abrió sus brazos, trotando tiernamente hacia Alemania, que esta vez no se quejó de ello. El alemán se sonrojó levemente, y sintió una curiosa incomodidad... su respiración se agitó y se soltó de los brazos de Italia, quien lo veía alejarse tambaleándose, hasta que finalmente tropezó, cayendo pesadamente al piso sin darle tiempo a protegerse del golpe. Incapáz de moverse, su vista se oscurecía a la par de los segundos, mientras que sus oídos fueron los últimos en extinguirse... reconoció los pasos de Italia acercándose hacia él antes de desfallecer.


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