La arquitecta parecía temblar, sus pupilas contraídas como si fueran a desaparecer, y aunque sus manos no quedaban quietas el resto de su cuerpo estaba duro y frío como el de un cadáver. Sus oídos se llenaban de los alaridos de dolor de la gente que sobrevivió, mientras su rostro reflejaba frustración, como si nada más importara.
-¿Por qué estoy aqui? ¿Valió la pena haber escapado? El mundo como lo conocemos ya no existe, así que ¿Por qué debería existir yo?
En su mente no dejaban de surgir preguntas como esa. Siempre fue una persona fuerte, que aunque pareciera sumirse ante las órdenes de los de arriba, en su mente era una condición necesaria para que algo más grande y peligroso pudiera llevarse a cabo. Un lobo disfrazado de corderito, o tal vez algo peor. Siempre deseó el dominio de la ciudad, pero esa ciudad ya no existía.
No existía...
¿Se la habían arrebatado...?
-¿Por qué quería esta maldita ciudad en primera instancia...?
La petrificada silueta de sus labios se volvió a mover. Sus manos dejaron de temblar, y sintió que ese molde frío sobre el que estaba apresada la fue soltando. Soltó un suspiro, dio un paso hacia atrás, hasta que su espalda tocó la pared. Se recostó sobre ella y arrastrando su espalda, se fue aganchando para poder sentarse en el piso. Estas paredes siempre le habían dado mucho asco por su nauceabundo olor y su permanente y pegajosa humedad, pero ahora eran un hermoso recordatorio de que si tenía algo por lo que sentir repugnancia, entonces no había perdido completamente la cabeza.
-Yo lo que quería era... ¿Tranquilidad? No... Yo lo que quería era... Poder ¿No?
Se decía a sí misma mientras se cruzaba de brazos por sobre sus rodillas
-Poder, sí... Pero... ¿Por qué?
Hundió la cabeza entre sus piernas, apoyando la frente sobre los brazos. Esa respuesta la sabía, pero ahora había que escarbar para sacarla
-Primero que nada porque estaba a mi alcance... Ahá. Después porque... Porque... Porque... ¡Argh!
Se tapó con fuerza los oídos, esos alaridos histéricos haciendo eco en las paredes la ponían ansiosa.
-Porque el maldito oligarca al mando era un corrupto. Ahá... ¿Y yo? -Se detuvo un momento con la mente en blanco, como si estuviera en pausa- Yo... Reconozco que no soy humilde, pero era una mejor opción... Está bien. Entonces era porque... ¿...Tenía posibilidad y sabía que no sería una opción peor...? Hmm... Es como si faltara algo.
Mientras pensaba en ello, sentía su cabeza caliente como si estuviera a punto de explotar. De pronto, una idea la iluminó y, como si ella misma volviera en sí, se levantó de un solo impulso y se subió a una montaña de escombros, intentando no tropezar.
-¡ESCUCHENME POR FAVOR!
Un cuarto del total de las cabezas se voltearon de inmediato a verla. Otras advertían al resto para que hicieran lo mismo.
La arquitecta los examinó con ojos superficiales a cada uno, y cuando se aseguró de que todos la veían, prosiguió con su discurso.
-¡ATENTOS! CREO QUE ESTOY ENTENDIENDO UN POCO LA SITUACION.
Las personas que estaban ahí, a duras penas, parecían mostrar interes.
-Quiero contarles, primero que nada, que por más obvio que suene, debo aclararlo. ¡ESTA CIUDAD FUE TOMADA! Todos ustedes lo saben, y no es difícil darse cuenta. Pero ¿Qué pasa? Estamos tan centrados en todo lo que perdimos, independientemente de lo que sea, más o menos valor para cada uno, que estamos dejando de lado lo que es realmente importante en este momento. POR QUÉ esta ciudad fue tomada.
Los más despiertos cambiaron la forma de mirar, ahora parecía que casi todos sus sentidos se enfocaban en la pequeña mujer
-Personalmente, yo también quería tomar esta ciudad. No por estos medios, obviamente. No se si se habrán dado cuenta por mi forma de vestir o por el lugar de porquería donde los traje, pero estas alcantarillas las he construido yo. Y el motivo por el que acepté este empleo fue para tener un respaldo físico, si mi llegada al poder no funcionaba como lo tendría planeado, podría esconderme aquí sin problemas. Conozco este lugar como la palma de mi mano y el que parezca un laberinto no es coincidencia. YO CONOZCO ESTA CIUDAD. LA PARTE VISIBLE Y LA INVISIBLE. Y si alguien como yo, una ciudadana normal, quería obtener el dominio de esta ciudad... ¿Qué me hace pensar que sería la única pretendiente?
Un joven levantó la mano. Estaba agazapado con una rodilla en el suelo sosteniendo a una niña entre sus brazos. Ella parecía inconciente, como si estuviera durmiendo. La pálida piel de la niña contrastaban con la apariencia de este jóven, que poseía una piel más bien tostada. Alguna que otra quemadura, de camisa blanca y chaleco, cabello negro desordenado y mirada penetrante. Parecía un gángster sin sombrero.
Esperó pacientemente, sin apartar la vista de la arquitecta, hasta que le tomó la palabra.
-Sí. ¿Nombre?
-Alain... ¿Mi apellido importa...?
-No lo sé. ¿Qué te parece? ¿Importa?
El recién identificado agachó la cabeza, suspiró, y al levantarla volvió a tomar aire para continuar. Su tono de voz parecía apagado, como si le costara articular las palabras. Se tomó su tiempo para hablar
-Tu razonamiento parece lógico, pero... Creo que es un poco básico. A mi parecer... es la primera conclusión que sacaría cualquiera. ¿Qué tan segura estás... De que pueda haber alguien más que pretenda esta ciudad...?
-Gracias... Alain, por tu punto de vista. -Su ansiedad era fácilmente visible, su voz seguía agitada y sus ojos parecían albergar lágrimas que con el más mínimo parpadeo resbalarían- Es cierto, es básico, como quieras llamarlo. Pero a lo que quería llegar, es que sí, pienso que alguien pretende esta ciudad pero NO individualmente. Tal vez... Esta ciudad sea una porción pequeña de un territorio más grande a ser diezmado.
-Eso suena un poco más... Realista. Pero... ¿No es un poco primitivo?
-¿Desde cuándo una monarquía no lo es?
El jóven no respondió. No se había quedado sin palabras ni nada parecido, sólo daba a entender con su mirada brillante que su interés se iba acrecentando, y deseaba oír más de aquella conclusión. Tal vez la oralidad nunca haya sido su fuerte, pero... Se notaba que su intelecto era de lo que se valía para ganarse el día a día en esa desafortunada ciudad. Volvió a bajar su cabeza, cubriendo sus ojos, dejando solo a la vista una sonrisa apenas perceptible de satisfacción.
La mujercita cruzó los brazos frente a ella y, torciendo la cadera hacia un lado preguntó en voz alta e imponente
-¿ALGUIEN MÁS TIENE ALGUNA PREGUNTA? ¿ALGUNA OPINIÓN O COMENTARIO? Cualquier cosa, detalle, por más pequeño que sea puede ayudar un montón. Recuerden que estamos comenzando de cero, TODO es útil.
Más o menos en el medio del grupo de refugiados se ubicaba una niña pequeña, de prominentes rulos anaranjados y pecas en sus mejillas. Le hablaba al oído a el pequeño que se sentaba junto a ella, quien aparentaba que era su hermano mayor por lo parecido de sus razgos. Una vez que la pequeña se separó, éste levantó la mano para hacer una pregunta.
-Sí. ¿Nombre?
-Leoni, señorita
-Bien, Leoni. Lo que me vas a preguntar es una idea de la niña que está a tu lado, ¿Cierto?
-S-Sí...-Comenzó a verse algo nervioso- Es que ella está muy asustada y--
-¿Sabe levantar la voz?-Interrumpió.
-Rara vez lo hace. ella--
La arquitecta bajó de la pila de escombros con dificultad, sus piernas vibraban a cada paso. Una vez en suelo firme, se estabilizó un poco y procedió a caminar hacia ellos. Leoni, confuso, abrazó a la pequeña niña sin perder contacto visual con la jóven quien, una vez que los alcanzó, se sentó en el suelo lenta y tranquilamente cruzando las piernas en cruz.
-Creo que la estás sobreprotegiendo.
Su voz esta vez sonaba ronca y grabe. No parecía la misma persona que hace tan solo 30 segundos.
-No es algo que me incumba, Leoni, pero estaremos en situaciones de alerta constante y no creo que ninguno de los dos puedan rendir en el grupo si ella no puede ni hablar por su cuenta y tu no la dejas crecer.
Leoni perdió contacto visual con ella y, arrugando los labios, preguntó
-¿Por qué nos tiene que pasar esto? Nuestra vida era pacífica...
-Eso es lo que quiero averiguar.
-¿Vas a ponernos en peligro solo porque quieres saber algo?
-No es el caso, pequeño...
La arquitecta se movió un poco a la izquierda para quedar en frente de la niña pequeña. Ella, temblando, se escondió bajo el brazo de su hermano.
-No le hagas daño
-No voy a hacerle nada... Solo quiero hablar con ella.
-¡¿C-Cómo puedo creerte?!
-Tal vez tengas razón en desconfiar, tal vez no. Pero veamos ¿A tí te hice daño?
-No
-Si fuera mala, sería más fácil acabar contigo porque ella no forcejearía.
Leoni reflexionó un poco sobre ello, muy molesto. Mientras tanto, la arquitecta comenzó a hablar con la niña.
-Hola chiquitina, ¿Cuál es tu nombre?
-G-Ga...-Su voz sonaba temblorosa
-¿Gah? Qué nombre tan extraño- Dijo sarcástica y animadamente
-Se llama Gaia...
-Ay perdón, justo tu hermano habló y no pude escuchar lo que me dijiste. ¿Me lo podrías repetir?
-¡Hey!-Refunfuñó el pelirrojo.
-Gaia... M-Me llamo Gaia-Suavemente y con una tímida sonrisa en su rostro
-¡Wow! ¡Qué lindo nombre!
-¿E-En serio?
-¡Claro! La diosa Griega de la tierra. Es hermoso
El pequeño observó atónito la situación, sin comprender demasiado.
-Y dime Gaia, ¿Qué pregunta querías hacerme hace un rato?
Le dio unos golpecitos en el hombro y acarició su bracito hasta el codo
-Quería... Saber tu nombre
-¡Ah, sí, lo siento! Me llamo Mao, ¡Mucho gusto!
Mao acarició los suaves rulos anaranjados de la niña, para tranquilizarla.
-Y ahora, ¿Puedo hacerte una pregunta a tí también?
-¡S-sí!
-¿Por qué mantienes tus ojos cerrados?
-Hey. hey, hey-Frenó Leoni
-¿Qué?-Desafió Mao
El pequeño se levantó de su lugar, e invitó a Mao a hacer lo mismo.
-Hermanito, ¿A dónde vas?
-¡No te preocupes! ¿Te acordás de la canción que nos cantaba mamá?
-S-Sí...
-Cantala en voz alta para mí, y cuando termine estaré de vuelta
-¡Está bien!
Leoni se alejó unos 3 metros tomando a Mao de la manga de su camisa. Se recostó contra la pared y comenzó a hablar con la voz baja
-Gaia está ciega, no sé por qué...
-¿Desde cuando?
-Desde que nos trajeron acá que no puede ver.
-¿Acá "ciudad", acá "hogar" o acá "alcantarillas"?
-Acá alcantarillas
-Querés decir que... Está ciega hace como unos no se... ¿10 minutos?
-Sé que suena raro, no sé lo que pasó, por eso tampoco sé cómo debo lidiar con esto...
-¡Creo que yo sé lo que pasó!-Se apresuró a decir la mujercita de pelo largo. Trotó hacia ambos y procedió- Se un poco de eso, es algo... ¡Psicosomático!
-¿Psicoso-qué?-Se sorprendió Leoni
-Mático, es obvio, hablando de comida-Dijo Mao en tono sarcástico, y luego agregó-¿Verdad?
La jóven carcajeó un momento y continuó con su explicación
-Una enfermedad psicosomática es generada por el estrés, y puede ser tambien que la persona se maree de vez en cuando o le duela la cabeza... Ah, hola, soy Melpómene.
La muchacha sonreía ingenua, mientras Mao se reía discretamente.
-Está bien... Gracias por decirme... ¿Sabes también cómo se cura? No creo que a mi hermana le agrade no poder ver
-No, lo siento... Pero por como están las cosas ¡Ojalá yo también tenga ceguera!
-¿Qué te pasa con mis alcantarillas?-Dijo Mao animadamente
-Ay perdón, bueno, veámosle el lado bueno. Después de un rato no vamos a sentir el olor a podrido y sabremos lo que se siente perder uno de nuestros sentidos.
Leoni se veía un poco más relajado y, mirando hacia donde estaba su hermana, advirtió que estaba por terminar de cantar
-Señoritas voy a ver a mi hermana, gracias por hacerme saber sobre lo de su vista
-Hacemos lo que podemos...
El pequeño fue a verla, mientras tanto
-Awww ¡Nos dijo señoritas! ¡Que chico tan educado!
-Ya lo odio.
-Ay Mao no seas así.
-NO ME LO BANCO
-Bueno, bueno...
Melpómene parecía mucho más relajada que antes, le hacía mucha gracia charlar con la arquitecta. Ambas se sentaron juntas a mirar el panorama, que si bien no parecía menos desafortunado, parecía estar un poquito menos fuera de control. Tenían el habla fácil y varias ideas para llevar a cabo, y entraron en confianza en poco tiempo.
-¿Sabes? No se lo había dicho a nadie antes, pero soy Panzofóbica
-¿Panzofóbica? ¿Qué significa eso?
Mientras ambas chicas hablaban, algo pesado se arrastraba en esa direccción. El sonido de la tela sobre el suelo, adhiriendo a ella algún tipo de material biscoso... Las uñas clavándose en la baldosa, arañándola para seguir avanzando, los quejidos de dolor...
Melpómene lo vió horrorizado, mientras Mao parecía haber perdido toda clase de reacción. En poco tiempo, este ser dio un manotazo que fue a parar al tobillo de la arquitecta.
Sus latidos se aceleraron, al igual que su respiración. Sus pupilas se contrajeron a la vez que se obligaba a sí misma a reaccionar. Miró fijamente a eso aferrado a su pierna, con sudor en la frente
-¡¿M-MAO?!
-A-A-A... ¡¡¡AUXILIOOO!!!
hola me llamo eliu y vengo a flotar.... espero con ansias el tercer capitulo por q sino hay tabla e.e
ResponderEliminar