...La muchacha suspiró y se dio unos golpes en las piernas como para darse ánimo y cambiar de posición.
-Bueno, bueno... Mentiría si dijera que no me esperaba algo peor... Pero aún así es devastador verlo con tus propios ojos...
El vendaval no cesaba y su cabello parecía tener vida propia, pareciera que en este nuevo mundo no existía la gravedad para él. El viento huracanado se lo llevaba furiosamente junto con basura, escombros pequeños e infinitas partículas de polvo que venían desde todas las direcciones a danzar junto al tifón.
Lentamente se volvió a erguir sobre sus piernas temblorosas, agachándose ligeramente para no perder el equilibrio y lograr cierta resistencia a la corriente de aire mientras que grandes cantidades de fragmentos de arcilla entorpecían la tarea que en sí la galerna ya complicaba. El cabello le golpeaba en la cara, volaba frente a sus ojos y rozaba su piel de forma fastidiosa, por lo que decidió levantarlo con ambas manos a la altura de sus orejas, enroscarlo con fuerza y hacer un un rodete; pero debido al fracaso, porque éste no cesaba de moverse con el torbellino, optó por sólo enroscarlo y sujetarlo con la goma de las antiparras.
-¿Por dónde debo empezar...? Veamos, primero que nada... ¿Dónde estoy? Ya era lo suficientemente difícil ubicarme cuando todo estaba en condiciones... A ver. -Dio una vuelta sobre su eje para observar el panorama en 360° y luego, con una mano a la altura del estómago y la otra sosteniéndose el mentón, sacó una conclusión -Sí, reconozco este lugar, es la calle principal... Ninguna otra calle es tan ancha, de eso puedo asegurarme.
A tientas comenzó a caminar hacia adelante, arrastrando los pies con la precaución de no pisar los escombros que imposibilitaban hacer contacto visual con el suelo hasta que una silueta comenzó a dibujarse entre el plomizo muro de humo proveniente de un incendio recientemente extinguido por acción del viento. El camino era cada vez menos accesible, pero la briza iba perdiendo fuerza a cada instante y, en consecuencia, la visión del objeto que se extendía desde el suelo hasta algunos metros por encima de su cabeza se tornaba cada vez más claro. La humareda fue cesando y la luz lograba por fin penetrar en ella, dejando ver detrás de la nube el esqueleto de lo que una vez había sido el rascacielos más importante de toda la ciudad, y que ahora no era más que un afable y asesino recuerdo.
Junto a los cimientos de la osamenta se apilaban ladrillos, bloques gigantes de cemento y paredes ahuecadas con sus cuadriláteros vacíos cuyos pedazos se extendían hasta el final de la calle y por toda la montaña. Luego de dudar unos instantes, la joven se trepó a la misma teniendo cuidado de no cortarse con los trozos de vidrio y metales punzantes que sobresalían del edificio y sus respectivas partes, echando un vistazo un par de metros sobre el nivel del suelo para encontrar alguna referencia para continuar su exploración. El polvo de los alrededores ya se había desvanecido casi por completo cuando a una distancia no muy lejana pudo visualizar algo diferente al reciente panorama, tendido sobre el suelo como si durmiera. La joven se bajó a los tumbos de la pila de escombros, pero algo blando bajo una roca le hizo perder el equilibrio en el último paso antes de tocar la rúa.
Trastabilló intentando estabilizarse, pero el terreno tenía tantas irregularidades que cayó casi de bruces, llenándose los brazos de vidrios rotos y golpeándose el mentón. Si se hubiera mordido la lengua, no cabe duda que habría escupido la mitad.
Ahogó un grito que hizo eco en los esqueletos de las estructuras y se apresuró a levantarse lo más rápido posible para evitar seguir agravándose las heridas. Se los quitó uno a uno lo más cuidadosamente posible mientras luchaba con la ansiedad, el dolor y la picazón que le producían los trocitos más pequeños, a la vez que se dirigía hacia el mismo lugar donde se había tropezado, sacudiendo los brazos para distraerse del dolor mientras caminaba al ritmo de la escoria haciéndose a un lado mientras raspaba la zuela de sus botas contra el pavimento. La piedra floja era fácil de identificar, la única en una posición diferente delante de lo que parecía un orden milimétrico y macizo de bloques apilados. Tomó la roca con ambas manos y la hizo balancearse hacia los costados... Era evidente esa sensación de que algo debajo de ella tenía una textura blanda y ligeramente acolchonada. Removió la piedra de su lugar y con precaución tocó con un solo dedo el objeto sin identificar... Era tan extraño al tacto y tan trágicamente familiar que casi sin pensarlo y con los ojos abiertos de par en par, deseando que su mente la burlara y a la vez que no, utilizó sus manos para escarbar entre los sólidos despojos tan estúpidamente como un canino impulsado por el único deseo de que su tesoro se encontrara en ese mismo lugar. Una vez removidos los desechos alrededor del punto de referencia enterró la mano, dubitativa pero altamente curiosa, preparando sus sentidos para lo que ella creía que encontraría debajo. Por supuesto, no se equivocó. La dureza agradable al tacto de una prenda gamuzada, la delicadeza y suavidad de la seda, la tibieza de un cuerpo inconsciente que no tardará demasiado en descomponerse. Retiró la mano del individuo desafortunado e impulsada por una idea se dedicó a seguir retirando escombros de su alrededor. Cuando el hueco fue lo suficientemente grande, tomó uno de sus brazos y tiró de él, hasta que la mitad superior de su cuerpo se encontró en el exterior y, aún con respeto hacia la persona fallecida y algo de culpa, removió la campera del señor con algo de dificultad.
-Discúlpeme... Usted. Pero tengo la sospecha de que esto nos podría ser útil a mí y a los demás... Espero que no le moleste.
Era una impecable pieza de costura, este señor debía de ser alguien en este edificio. Sin embargo, en sus bolsillos no traía más que un pañuelo de tela, un reloj de bolsillo roto, dinero suficiente como para un pomposo almuerzo y una foto familiar. Ante este último objeto, la muchacha se quedó helada. Parecía una familia feliz, conformada por él, una hija de 16 con semblante distinguido pero no altanero, una mujer trabajadora y elegante entrada en sus 40 pero muy bien conservada y dos perros gigantes. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero estas no cayeron.
-Ahora me siento mal por llevarme esto... Pero reitero lo de antes, a vos ya no te sirve más. No me vallas a echar ninguna maldición, ¿Si? Que en paz descanse, señor.
Acto seguido, colocó sobre el pecho de la víctima la foto, la cubrió con ambas manos y sacó el pañuelo del bolsillo para taparle la cara.
-Sinceramente no se por qué se hace esto... Supongo que es protocolo.
Una vez terminado con el sujeto, levantó la mirada hacia el otro cuerpo que yacía a unos metros de distancia y se acercó con un leve trote hacia él, con la campera colgada al morral. Este se encontraba tirado boca abajo con tan solo una pierna, que parecía simplemente haberse esfumado dejando en su lugar un charco de sangre violentamente esparcido. Intentó enfocarse en su chaqueta de cuero grueso, pesado, aparentemente caliente, para distraerse del aroma metálico y enfermizo de la sangre que comenzaba a presentar signos de coagulación. Tiró de una manga y luego de la otra para remover la prenda de su dueño, buscó en un bolsillo otro pañuelo de seda y también le cubrió la cara. Nuevamente se dispuso a revisar los bolsillos internos y externos de la chaqueta, encontró un chispero en uno de ellos, una cigarrera con cuatro cigarros de vainilla en el bolsillo interno superior y algo en el bolsillo le llamó la atención. Al tantear con una mano lo que le parecía un objeto terriblemente conocido, la introdujo con rapidez y sacó una cámara de fotos automática en miniatura.
-¡Hey! Esto... ¡Yo diseñé esto! Quién diría que a alguien le haya resultado útil. Francamente... No recuerdo cuándo fue que se vendió...-Su mirada se ablandó cariñosamente mientras observaba el artilugio -Nunca voy a entender cómo hacía mi hermano para tallar ornamentos tan hermosos en los objetos que vendíamos...-A la par de un suspiro, le dio a la cámara media vuelta para analizar el dorso - 4 fotos restantes... Me alegro que te hayas divertido con esto, en serio... Gracias señor, que en paz descanse.
Tras darle una reverencia, se colgó la campera en un brazo y guardó la pequeña cámara automática en el morral, y volvió a colgar ambos abrigos de él. Tras ubicarse nuevamente en el entorno, identificó el agujero por donde había salido y se dedicó a caminar en línea recta desde allí, en dirección a lo que ella se refería como el "Norte". Intentando no distraerse con el caótico paisaje, siguió avanzando como un caballo de carga: A paso firme y sin ver a los costados; tal vez con algo de suerte llegaría a encontrar restos de algún supermercado o gasolinera donde pudiera encontrar algo de comida.
-Espero encontrar algo... Hasta ahora tengo la sensación de que no va a haber nada y no se cómo se los voy a explicar a los demás. -Sola, cambió la mirada y se dio un golpecito en la frente.- Calmate, no es como si se hubiera desintegrado la ciudad. Algo debió de haberse salvado.
-¡TENGO HAMBREEEEEE!- Levantó la voz el sujeto de cabello fucsia.
-Callate un poquito, por favor.- Gruñó Mao
-No quisiera ser grosera, señor... ¿Cuál era su nombre?
-Ya era hora de que preguntaras. No te lo vallas a olvidar, mi nombre es Xavier Le---
-Como sea. Señor con rastas. Tampoco me interesa.
-Mao...-Calmó Melpómene con nerviosismo.
-Que-La arquitecta le dirigió una mirada fulminante
-¡TENGO HAMBREEEEEE!- Levantó la voz el sujeto de cabello fucsia.
-Callate un poquito, por favor.- Gruñó Mao
-No quisiera ser grosera, señor... ¿Cuál era su nombre?
-Ya era hora de que preguntaras. No te lo vallas a olvidar, mi nombre es Xavier Le---
-Como sea. Señor con rastas. Tampoco me interesa.
-Mao...-Calmó Melpómene con nerviosismo.
-Que-La arquitecta le dirigió una mirada fulminante
Melpómene se le acercó - Dejame lidiar con él, ¿Sí? Tengo un par de truquitos bajo la manga
-¡QUÉ PASA CHANGO! - Gritó Johan de forma teatral
-Mejor quedate acá, es más divertido ver lo que hace él
-Definitivamente
Ambas mujeres permanecieron en su molde y retrocedieron unos pasos para obtener una mejor visión de la situación que se desarrollaría. Ninguna disimuló su interés, como si se hubieran transformado en dos ancianas chismosas.
Johan se acercó al convaleciente moviendo el bastón de manera circular y hacia adelante, con mirada inocente, tarareando y a paso de mafioso pretendiendo no saber los crímenes de su víctima.
-¿Qué le ocurre, señor Le?- Lo miró con algo de pena, pero con la confianza que se tendrían los compinches de toda la vida; se colocó a su lado y se agachó, mirándolo desde el costado.
-...Tu galera me distrae.
Mao se tapó la boca con una mano, ahogando una carcajada.
-Mirá la expresión que puso, ¡Creo que no le gusta que jueguen con eso! -Susurró Melpómene sin dejar de mirar la situación
-Por ahí si la admiraras un rato podrías hasta olvidarte de esto - Acercó su bastón a una de las piernas de Xavier, quien empezó a gritar.
-D-Dios mío - Mel se compadecía
-Ustéh seniiorr es un mentiroso - Empezó Johan con sus mejillas infladas, enrulando un extremo de su bigote y arqueando una ceja - Ni siquiera lo estoy tocando, ¿Ve? - Con el bastón en el aire, comenzó a hacer movimientos ascendentes y descendentes
- Aleja esa cosa de mí.
-¡No quiero! - Expresó alegremente mientras continuaba con su movimiento.
-¡Deje de actuar como un idiota!
-Podría intentarlo, claro... Pero prefiero seguir molestándolo.
La víctima apartó la cara con repugnancia - Me pregunto si la gente como usted piensa en madurar alguna vez.
-¿Ah, si? -Su rostro había cambiado drásticamente de expresión, a la vez que su tono de voz se dejaba escuchar clara como el de una persona común. Sin embargo, esto no combinaba con el resto de su persona... Él no estaba hecho para ser común. - ¿Eso es lo que piensa usted de mí? - Con el bastón, se acercó a la cara del señor y comenzó a tantearlo. Seguido a esto, prosiguió su respuesta con un tono de voz tan gélido que era comparable al de un asesino atrapado en la escena del crimen jurando ser inocente - Yo creo que quien debería madurar es usted. Aún habiendo niños pequeños, carece de decoro y se la pasa quejándose.
-Uuuuhhhhh...- El sonido de baja frecuencia rebotó en las paredes como un coro numeroso, todas las personas presentes estaban prestando atención a la situación, y ambos hombres eran los dueños de tan intensas miradas.
-Escúcheme algo, Xavier Lo que sea, puedo asegurarle que todos los que nos encontramos aquí hemos perdido cosas valiosas, pero cuanto más hablo con usted más me parece que sólo ha perdido su zona de confort.
El hombre se lo quedó mirando en silencio unos segundos, para responderle incrédulo y sin aliento - ¿Y acaso eso le parece poco?
Johan golpeó impetuosamente su bastón en el suelo, lo que hizo estremecer a su interlocutor. Su mirada frívola parecía teñir de negro sus globos oculares como si se tratara de un demonio. - ¿Va a comparar? Me dirijo a usted con toda sinceridad, de doctor a hombre con huesos rotos. ¿De verdad pretende comparar...? Sólo mire a su alrededor, caballero. ¿Ve a esa señorita pelirroja y al señorito a su lado? Sólo tiene que posar sus ojos en ellos para percatarse de que no solo han perdido a sus progenitores. Preste atención y mire su porte, sus modales... No eran unos pequeños cualquiera. Y ahora, mire en la dirección contraria si es tan amable... Ese jovencito con la damita en sus brazos. ¿Se imagina usted la desolación que sufre en este momento? ¿Sabe que ella no tiene idea de lo que está pasando? - Por último, señaló con su cetro en dirección a la arquitecta - ¿Y acaso no se da cuenta que el lugar donde está sentado son los sueños destruidos de esa mujercita?
-JOHAN - Le llamó la atención - No hacía falta decir eso.
-Discúlpeme, belleza - Y sin dejar de mirar al hombre sentado en el suelo, levantó un pulgar en dirección a Mao, quien agachó la cabeza en aprobación.
-No creo que sea un hombre de poca inteligencia, realmente no podría creer eso de usted... Solamente se me ocurre que es tan egoísta que su mente se limita a pensar únicamente en su propia existencia. NO QUIERO VOLVER A OIR UNA SOLA QUEJA. ¿ENTENDIDO?
Ya casi salido de sí mismo pero conservando la integridad, inspiró hondo y se enderezó en su lugar. Sus movimientos eran serenos, pero la tensión en el ambiente lo hacían lucir tieso e inestable. La afonía sólo era rota por los duros tacones del doctor contra el suelo humedecido, quien buscaba refugiarse en la misma oscuridad de donde se había presentado. Sin embargo, volvió en sus pasos caminando en reversa hasta el mismo lugar donde había pronunciado sus últimas palabras y, agradeciendo con tono de voz forzado a un público atónito, dio una última mirada a cada uno y volvió a la sombra de donde había venido. Por supuesto, nadie se atrevió a aplaudir, moverse o romper la atmósfera situacional.
El silencio reinaba en todo el lugar a medida que la luz anaranjada se iba debilitando y la temperatura descendía. Las alcantarillas se oscurecían sólidamente y grupos de personas se formaban alrededor de las áreas donde el Sol había dejado residuos de su calor, sin embargo, el viento fresco de la noche se hacía cada vez más intenso. Aún no habían señales del doctor, por lo que algunos miraban en la dirección por donde se había ido con la esperanza de verlo salir, mas ninguno se atrevía a acercársele... No después de ver a tan buen hombre sacarse de sus casillas de esa manera tan brusca. En contraparte, nadie se fijaba en el hombre sobre quien Johan había descargado su ira y ahora yacía tendido en el suelo, temblando en silencio.
El sepulcral silencio prevalecía hasta ese momento, más fue interrumpido por un golpe apagado proveniente de un objeto caído junto a la montaña de escombros y, seguido de eso, comenzó a aparecer en la penumbra el cuerpo de la joven quien con indecisión intentaba descender nuevamente a la seguridad de la alcantarilla. La mujer del cabello borravino se acercó a los escombros y la miraba con cierta precaución, moviendo sus brazos tal vez para sacarlos del entumecimiento provocado por el frío. Un momento después, imitando a la joven, se acercaron algunos más, impulsados tal vez por las pisadas temblorosas de la muchacha al tantear a ciegas sobre rocas flojas mientras inútilmente miraba por encima de su hombro.
-Si te caes te agarro - Dijo torpemente la mujer del cabello borravino, mientras extendía los brazos hacia ella, quien le respondió asintiendo con la cabeza.
-No tengas miedo - Agregó Melpómene, colocándose junto a la otra señorita.
Ambas vigilaron el descenso de la muchacha hasta que finalmente, a un metro del suelo, se dejó caer a los brazos de las mujeres.
-Gracias - Expresó tímidamente mientras miraba alrededor dónde había caído su morral.
-Esto.. -Melpómene miró en dirección del objeto que rompió el silencio y rápidamente se lo acercó - ¿Buscabas esto? Está pesadito, me alegra bastante
-No lo se... No pude traer muchos alimentos... Pero conseguí los suficientes por ahora - De a uno, descolgó del morral los abrigos que pudo conseguir y se los entregó.
-¿Pudiste conseguir alimentos? - Leoni se acercó de la mano de su hermanita, haciendo todo lo posible por disimular el mal humor que le producía el hambre.
-En efecto, pensando que el bombardeo fue en la zona céntrica, lo primero que pensé fue en caminar lejos del radio de la explosión. Encontré inclusive lugares donde no habían rastros de daños - La señorita se descolgó el morral y le hizo una seña a Mao para que se acerque
-Eso me da esperanzas, en muchos sentidos
-Yo no lo pensaría así, aunque debo admitir que también pensé lo mismo al caminar por esos lugares
-¿Podrías explicarnos por qué? - Mao tomó el morral de las manos de la señorita, quien al mirarla a los ojos se intimidó y agachó ligeramente la cabeza
-Eh.. S-Sí.
-Voy a pensar en cómo dividir esto, pero te voy a estar escuchando aunque no te mire, ¿Sí?
-Está bien - La señorita dio un suspiro de frustración -Bueno... En esos lugares donde no había rastro de daños, me llamó mucho la atención que tampoco haya gente. Sin embargo, los almacenes y los supermercados estaban casi del todo vacíos y muy desordenados, como si hubiera habido un saqueo masivo.
-¿¡Saqueo?! - Se sorprendió Gaia
-¡Sí! Sin embargo, tampoco había gente atrincherada en ninguna casa. De hecho, ¡Las casas también parecían haber sido saqueadas!
-¿Quizás hayan otros sobrevivientes aparte de nosotros? - Preguntó enérgicamente Leoni
-No lo se, lo pondría en duda, temo lo peor
-¿Qué podría ser peor que todo esto? - refunfuñó Mel
-¡ATCHÍS!
Un estornudo dejó mudo a todo el grupo
-Demonios, quería hacer una entrada dramática pero muero de frío
-Estaba preocupada por usted, doctor - Respondió Mao desinteresamente
-Cuánto honor - Agraceció Johan sonriente, y continuó hacia la recién llegada- ¿Qué te hace pensar eso?
-S-Sí, bueno... Me parece muy extraño que habiendo lugares intactos, no haya gente por ningún lado. Enormes casas vacías y desordenadas, ¿Por qué lo estarían? Son lugares perfectos para quedarse, sin embargo... ¿Dónde está la gente? ¿De qué se esconde? Si algo pasara en el centro y viviera a los alrededores, no me movería de ahí. Estaba pensando... ¿Qué tal si la misma gente que atacó la ciudad se haya llevado a los civiles?
-¿Y qué hay de esta comida? - La voz de la arquitecta sonaba incrédula - ¿Cómo asegurar que los civiles no la hayan tomado y huido lejos?
-Eso es algo que no paré de pensar mientras estaba volviendo, pero... ¿Por qué las casas estarían tan desordenadas? ¿Qué clase de civil buscaría provisiones en otro lugar que no sea la cocina? ¿Por qué desordenarían las habitaciones sin llevarse nada?
No hubo respuesta. En su lugar, sólo se oyeron suspiros y el sonido del viento.
-Si lo que pienso llegara a ser cierto, podríamos estar involucrados en algo terriblemente sádico y diabólico. No se qué clase de mente enferma ordenó hacer esto, pero si fue capaz de dejar así a nuestra ciudad, cualquier acción inhumana podría ser una posibilidad a partir de ahora y en el futuro
-¡Sólo dilo de una vez! ¡Deja ya todo el misterio! No puedo soportarlo por mucho más, ¡Detesto el suspenso! - Se impacientó el pequeño pelirrojo
-Lo siento, debía decir todo esto para que sepan por qué saqué esta conclusión y especularan conmigo, pero creo que no se puede pensar con el estómago vacío
-Solo... Sólo DILO AHORA. - Susurró ya sin paciencia y sobándose la cara con frustración
La muchacha se tragó las inseguridades y simplemente dejó caer las palabras sin pensar demasiado cómo afectaría esto a cualquiera. Sólo tomó aire y pronunció, disimulando la incredulidad y el nerviosismo
-Aprovechando la confusión del impacto, creo que toda la gente de la ciudad fue secuestrada; y para evitar que gente como nosotros se mantenga con vida por mucho tiempo, para poder tachar este punto del mapa por completo, se llevaron todas las provisiones que pudieron cargar. Debemos movernos, este lugar es peligroso, ¡Podrían venir a buscarnos en cualquier momento!
Y en ese momento, el eco de una explosión resonó en un punto no muy lejos de ahí. Sonidos desconocidos procedieron al primero, y una serie de explosiones más lejanas volvieron a oírse en la misma dirección
-POR FAVOR, NO, LO QUE NOS FALTABA
-¡QUÉ PASA CHANGO! - Gritó Johan de forma teatral
-Mejor quedate acá, es más divertido ver lo que hace él
-Definitivamente
Ambas mujeres permanecieron en su molde y retrocedieron unos pasos para obtener una mejor visión de la situación que se desarrollaría. Ninguna disimuló su interés, como si se hubieran transformado en dos ancianas chismosas.
Johan se acercó al convaleciente moviendo el bastón de manera circular y hacia adelante, con mirada inocente, tarareando y a paso de mafioso pretendiendo no saber los crímenes de su víctima.
-¿Qué le ocurre, señor Le?- Lo miró con algo de pena, pero con la confianza que se tendrían los compinches de toda la vida; se colocó a su lado y se agachó, mirándolo desde el costado.
-...Tu galera me distrae.
Mao se tapó la boca con una mano, ahogando una carcajada.
-Mirá la expresión que puso, ¡Creo que no le gusta que jueguen con eso! -Susurró Melpómene sin dejar de mirar la situación
-Por ahí si la admiraras un rato podrías hasta olvidarte de esto - Acercó su bastón a una de las piernas de Xavier, quien empezó a gritar.
-D-Dios mío - Mel se compadecía
-Ustéh seniiorr es un mentiroso - Empezó Johan con sus mejillas infladas, enrulando un extremo de su bigote y arqueando una ceja - Ni siquiera lo estoy tocando, ¿Ve? - Con el bastón en el aire, comenzó a hacer movimientos ascendentes y descendentes
- Aleja esa cosa de mí.
-¡No quiero! - Expresó alegremente mientras continuaba con su movimiento.
-¡Deje de actuar como un idiota!
-Podría intentarlo, claro... Pero prefiero seguir molestándolo.
La víctima apartó la cara con repugnancia - Me pregunto si la gente como usted piensa en madurar alguna vez.
-¿Ah, si? -Su rostro había cambiado drásticamente de expresión, a la vez que su tono de voz se dejaba escuchar clara como el de una persona común. Sin embargo, esto no combinaba con el resto de su persona... Él no estaba hecho para ser común. - ¿Eso es lo que piensa usted de mí? - Con el bastón, se acercó a la cara del señor y comenzó a tantearlo. Seguido a esto, prosiguió su respuesta con un tono de voz tan gélido que era comparable al de un asesino atrapado en la escena del crimen jurando ser inocente - Yo creo que quien debería madurar es usted. Aún habiendo niños pequeños, carece de decoro y se la pasa quejándose.
-Uuuuhhhhh...- El sonido de baja frecuencia rebotó en las paredes como un coro numeroso, todas las personas presentes estaban prestando atención a la situación, y ambos hombres eran los dueños de tan intensas miradas.
-Escúcheme algo, Xavier Lo que sea, puedo asegurarle que todos los que nos encontramos aquí hemos perdido cosas valiosas, pero cuanto más hablo con usted más me parece que sólo ha perdido su zona de confort.
El hombre se lo quedó mirando en silencio unos segundos, para responderle incrédulo y sin aliento - ¿Y acaso eso le parece poco?
Johan golpeó impetuosamente su bastón en el suelo, lo que hizo estremecer a su interlocutor. Su mirada frívola parecía teñir de negro sus globos oculares como si se tratara de un demonio. - ¿Va a comparar? Me dirijo a usted con toda sinceridad, de doctor a hombre con huesos rotos. ¿De verdad pretende comparar...? Sólo mire a su alrededor, caballero. ¿Ve a esa señorita pelirroja y al señorito a su lado? Sólo tiene que posar sus ojos en ellos para percatarse de que no solo han perdido a sus progenitores. Preste atención y mire su porte, sus modales... No eran unos pequeños cualquiera. Y ahora, mire en la dirección contraria si es tan amable... Ese jovencito con la damita en sus brazos. ¿Se imagina usted la desolación que sufre en este momento? ¿Sabe que ella no tiene idea de lo que está pasando? - Por último, señaló con su cetro en dirección a la arquitecta - ¿Y acaso no se da cuenta que el lugar donde está sentado son los sueños destruidos de esa mujercita?
-JOHAN - Le llamó la atención - No hacía falta decir eso.
-Discúlpeme, belleza - Y sin dejar de mirar al hombre sentado en el suelo, levantó un pulgar en dirección a Mao, quien agachó la cabeza en aprobación.
-No creo que sea un hombre de poca inteligencia, realmente no podría creer eso de usted... Solamente se me ocurre que es tan egoísta que su mente se limita a pensar únicamente en su propia existencia. NO QUIERO VOLVER A OIR UNA SOLA QUEJA. ¿ENTENDIDO?
Ya casi salido de sí mismo pero conservando la integridad, inspiró hondo y se enderezó en su lugar. Sus movimientos eran serenos, pero la tensión en el ambiente lo hacían lucir tieso e inestable. La afonía sólo era rota por los duros tacones del doctor contra el suelo humedecido, quien buscaba refugiarse en la misma oscuridad de donde se había presentado. Sin embargo, volvió en sus pasos caminando en reversa hasta el mismo lugar donde había pronunciado sus últimas palabras y, agradeciendo con tono de voz forzado a un público atónito, dio una última mirada a cada uno y volvió a la sombra de donde había venido. Por supuesto, nadie se atrevió a aplaudir, moverse o romper la atmósfera situacional.
El silencio reinaba en todo el lugar a medida que la luz anaranjada se iba debilitando y la temperatura descendía. Las alcantarillas se oscurecían sólidamente y grupos de personas se formaban alrededor de las áreas donde el Sol había dejado residuos de su calor, sin embargo, el viento fresco de la noche se hacía cada vez más intenso. Aún no habían señales del doctor, por lo que algunos miraban en la dirección por donde se había ido con la esperanza de verlo salir, mas ninguno se atrevía a acercársele... No después de ver a tan buen hombre sacarse de sus casillas de esa manera tan brusca. En contraparte, nadie se fijaba en el hombre sobre quien Johan había descargado su ira y ahora yacía tendido en el suelo, temblando en silencio.
El sepulcral silencio prevalecía hasta ese momento, más fue interrumpido por un golpe apagado proveniente de un objeto caído junto a la montaña de escombros y, seguido de eso, comenzó a aparecer en la penumbra el cuerpo de la joven quien con indecisión intentaba descender nuevamente a la seguridad de la alcantarilla. La mujer del cabello borravino se acercó a los escombros y la miraba con cierta precaución, moviendo sus brazos tal vez para sacarlos del entumecimiento provocado por el frío. Un momento después, imitando a la joven, se acercaron algunos más, impulsados tal vez por las pisadas temblorosas de la muchacha al tantear a ciegas sobre rocas flojas mientras inútilmente miraba por encima de su hombro.
-Si te caes te agarro - Dijo torpemente la mujer del cabello borravino, mientras extendía los brazos hacia ella, quien le respondió asintiendo con la cabeza.
-No tengas miedo - Agregó Melpómene, colocándose junto a la otra señorita.
Ambas vigilaron el descenso de la muchacha hasta que finalmente, a un metro del suelo, se dejó caer a los brazos de las mujeres.
-Gracias - Expresó tímidamente mientras miraba alrededor dónde había caído su morral.
-Esto.. -Melpómene miró en dirección del objeto que rompió el silencio y rápidamente se lo acercó - ¿Buscabas esto? Está pesadito, me alegra bastante
-No lo se... No pude traer muchos alimentos... Pero conseguí los suficientes por ahora - De a uno, descolgó del morral los abrigos que pudo conseguir y se los entregó.
-¿Pudiste conseguir alimentos? - Leoni se acercó de la mano de su hermanita, haciendo todo lo posible por disimular el mal humor que le producía el hambre.
-En efecto, pensando que el bombardeo fue en la zona céntrica, lo primero que pensé fue en caminar lejos del radio de la explosión. Encontré inclusive lugares donde no habían rastros de daños - La señorita se descolgó el morral y le hizo una seña a Mao para que se acerque
-Eso me da esperanzas, en muchos sentidos
-Yo no lo pensaría así, aunque debo admitir que también pensé lo mismo al caminar por esos lugares
-¿Podrías explicarnos por qué? - Mao tomó el morral de las manos de la señorita, quien al mirarla a los ojos se intimidó y agachó ligeramente la cabeza
-Eh.. S-Sí.
-Voy a pensar en cómo dividir esto, pero te voy a estar escuchando aunque no te mire, ¿Sí?
-Está bien - La señorita dio un suspiro de frustración -Bueno... En esos lugares donde no había rastro de daños, me llamó mucho la atención que tampoco haya gente. Sin embargo, los almacenes y los supermercados estaban casi del todo vacíos y muy desordenados, como si hubiera habido un saqueo masivo.
-¿¡Saqueo?! - Se sorprendió Gaia
-¡Sí! Sin embargo, tampoco había gente atrincherada en ninguna casa. De hecho, ¡Las casas también parecían haber sido saqueadas!
-¿Quizás hayan otros sobrevivientes aparte de nosotros? - Preguntó enérgicamente Leoni
-No lo se, lo pondría en duda, temo lo peor
-¿Qué podría ser peor que todo esto? - refunfuñó Mel
-¡ATCHÍS!
Un estornudo dejó mudo a todo el grupo
-Demonios, quería hacer una entrada dramática pero muero de frío
-Estaba preocupada por usted, doctor - Respondió Mao desinteresamente
-Cuánto honor - Agraceció Johan sonriente, y continuó hacia la recién llegada- ¿Qué te hace pensar eso?
-S-Sí, bueno... Me parece muy extraño que habiendo lugares intactos, no haya gente por ningún lado. Enormes casas vacías y desordenadas, ¿Por qué lo estarían? Son lugares perfectos para quedarse, sin embargo... ¿Dónde está la gente? ¿De qué se esconde? Si algo pasara en el centro y viviera a los alrededores, no me movería de ahí. Estaba pensando... ¿Qué tal si la misma gente que atacó la ciudad se haya llevado a los civiles?
-¿Y qué hay de esta comida? - La voz de la arquitecta sonaba incrédula - ¿Cómo asegurar que los civiles no la hayan tomado y huido lejos?
-Eso es algo que no paré de pensar mientras estaba volviendo, pero... ¿Por qué las casas estarían tan desordenadas? ¿Qué clase de civil buscaría provisiones en otro lugar que no sea la cocina? ¿Por qué desordenarían las habitaciones sin llevarse nada?
No hubo respuesta. En su lugar, sólo se oyeron suspiros y el sonido del viento.
-Si lo que pienso llegara a ser cierto, podríamos estar involucrados en algo terriblemente sádico y diabólico. No se qué clase de mente enferma ordenó hacer esto, pero si fue capaz de dejar así a nuestra ciudad, cualquier acción inhumana podría ser una posibilidad a partir de ahora y en el futuro
-¡Sólo dilo de una vez! ¡Deja ya todo el misterio! No puedo soportarlo por mucho más, ¡Detesto el suspenso! - Se impacientó el pequeño pelirrojo
-Lo siento, debía decir todo esto para que sepan por qué saqué esta conclusión y especularan conmigo, pero creo que no se puede pensar con el estómago vacío
-Solo... Sólo DILO AHORA. - Susurró ya sin paciencia y sobándose la cara con frustración
La muchacha se tragó las inseguridades y simplemente dejó caer las palabras sin pensar demasiado cómo afectaría esto a cualquiera. Sólo tomó aire y pronunció, disimulando la incredulidad y el nerviosismo
-Aprovechando la confusión del impacto, creo que toda la gente de la ciudad fue secuestrada; y para evitar que gente como nosotros se mantenga con vida por mucho tiempo, para poder tachar este punto del mapa por completo, se llevaron todas las provisiones que pudieron cargar. Debemos movernos, este lugar es peligroso, ¡Podrían venir a buscarnos en cualquier momento!
Y en ese momento, el eco de una explosión resonó en un punto no muy lejos de ahí. Sonidos desconocidos procedieron al primero, y una serie de explosiones más lejanas volvieron a oírse en la misma dirección
-POR FAVOR, NO, LO QUE NOS FALTABA